La ciudad de los dos juguetones riachuelos, aquella que, sin darnos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos se extendió desde Zalapa hasta Cajanuma y desde el Villonaco hasta Yanacocha, creció sin medida, sin orden y sin planificación. Esa ciudad pequeñita y de cristal, como le cantaron sus hijos; la capital musical y cultural del Ecuador, la cuna de artistas, como la reconocen en el mundo; la ciudad que guardaba un centro histórico lleno de recuerdos hermosos, se encuentra en terapia intensiva, desvalida y sin reacción. La ciudad bonita, la ciudad ejemplo, enfrenta ahora el peor momento de su historia, le ganó la negligencia de sus autoridades, la incapacidad de sus dignatarios y la soberbia de sus mandatarios, que cegados en la nada, se quedaron inmóviles al ver como se destruye. Lastimosamente, el tener gobernantes sin ideas, que reaccionan por inercia, nos empieza a pasar factura, con cuya apatía indolente supera la desidia más degradante que hemos visto en todos los tiempos.
Dentro de ese inesperado retroceso que estamos viviendo, uno de los problemas más graves que como sociedad estamos enfrentando, es la falta de líquido vital; provocado por los errores testarudos del pasado, sumado a las negligencias del presente, que no han permitido tomar decisiones de manera urgente. De ahí que, es fácil entender por qué hay un distanciamiento tan marcado, entre lo que se puede hacer, lo que se ve y lo que se debe hacer para solucionar el problema. Lastimosamente, el capitán del barco, escondido en las sombras, echa la culpa a la tripulación, ocultando la ineficiencia de sus colaboradores de confianza. Siguen en el plan de justificar lo injustificable, aunque a estas alturas ya nadie les cree, pues, hasta sus propios seguidores dudan, y se van convenciendo que jamás estuvieron preparados para administrar el gobierno del cantón.
No es aceptable, desde ningún punto de vista que, Loja, una ciudad rodeada de abundante agua, no cuente al momento con autoridades que tengan la visión suficiente para solucionar los problemas de abastecimiento del líquido vital; lo penoso es que, incluso, los proyectos existen, proyectos por los que se han pagado consultorías, se ha invertido plata de los lojanos, y que gran parte de dichos estudios descansan en los archivadores llenos de polvo. Lo lógico, lo mínimo que deberían hacer, es sacar las carpetas, revisar los archivos, codificar la información institucional, ponerse a leer y mejorar los proyectos, para poder presentarlos a los organismos financieros públicos o privados, nacional o internacional, en la búsqueda de recursos que nos permitan ejecutar un verdadero sistema de agua potable, con miras al 2050 donde seremos aproximadamente medio millón de citadinos.
No hay que olvidar, la ciudad ha crecido, la población va en aumento, no podemos detener el desarrollo de una sociedad pujante como la nuestra; hay que arreglar los problemas actuales, pero, sobre todo, mejorar la prestación del servicio de agua, tomar correctivos y potabilizarla de mejor manera cuidando la salud de los lojanos; además, se debe ampliar la cobertura del servicio, planificando ordenadamente su crecimiento. No podemos seguir sin agua, por negligencia y sin ideas; es hora de sacudirnos, reaccionar y empezar a definir cómo vamos a salir del estancamiento al que nos sometieron el autoritarismo y el populismo.
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