Terminadas las eliminatorias mundialistas, toda una nación se levantó con una esperanza indescriptible, cuya señal de victoria aplaca por un momento todos los males que venimos atravesando. Definitivamente, tenemos la mejor selección ecuatoriana de todos los tiempos, conformada por gladiadores que pusieron en la cancha, lo más alto de los intereses colectivos, por debajo de cualquier individualismo. Entendieron que, contar con jugadores de nivel europeo, sólo sirve si se acoplan como equipo; por eso, funcionaron: sin envidias, sin egoísmos, sin revanchismos, sin regionalismos, teniendo una meta común: alcanzar un cupo en el mundial 2026 y cumplir un papel estelar, trascendiendo en los tiempos.
Si bien faltando dos fechas ya estábamos clasificados, en el último encuentro, el drama se elevaba con cada pase, con cada ataque y cada riesgo que provocaba el contrario, y la adrenalina crecía con el pasar de los minutos, haciéndose eterno el cierre del partido frente al campeón del mundo y campeón de las eliminatorias sudamericanas, habiendo sido la única selección que le ganó en las eliminatorias. Ese bendito fútbol practicado por nuestros seleccionados, nos dejan grandes enseñanzas; son aprendizajes inolvidables, que deberíamos emular todos los ecuatorianos, especialmente los gobernantes y la clase política: la unidad dentro de la diversidad, es la clave del éxito para triunfar.
Nos demostraron ser un equipo con carácter, lleno de firmeza, pundonor y dignidad; supieron enfrentar todas las adversidades posibles y salir adelante, sorteando cualquier tropiezo; se soltaron a tiempo de las críticas mal sanas, respondiendo con buenos resultados. Incluso, manejaron con prudencia los elogios y las críticas permanentes; no se crecieron al ser reconocidos por la prensa internacional como uno de los grandes protagonistas de las eliminatorias, ni se achicaron al ser criticados por cierta prensa amarillista nacional.
Por ahora, queda disfrutar la gloria alcanzada por la Tri; pero, sería más importante aún, seguir su ejemplo y entender que: para competir hay que prepararse; para formar una gran selección, las estrellas son sólo uno más del equipo; para ganar hay que obrar con humildad. La Selección nos enseñó que para cada jugador el país que representan está por delante de sus equipos; que el si se puede y siempre se podrá es una marca con historia, en la que todos han aportado; nos enseñaron que, para salir adelante, triunfar y alcanzar las metas trazadas, importa la estrategia, cuenta los recursos, pero, sobre todo, hay que ponerle mucho corazón.
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