La Posta Cívica de la Lojanidad, que tuvo sus inicios allá por el 3 de marzo de 1970, nace como el reconocimiento histórico a esa gesta patriótica, que emblemáticamente recuerda a esos gloriosos y aguerridos sesenta estudiantes del Colegio Bernardo Valdivieso, que tomaron la decisión de organizar una posta estudiantil con rumbo a la capital de la República; teniendo como destino, arribar al Palacio de Carondelet, luego de recorrer a pie aproximadamente 650 kilómetros, divido en seis etapas, con el único fin de dirigir un pliego de peticiones al entonces presidente José María Velasco Ibarra; pliego de peticiones que enfrentaba el abandono al que nos había sometido el centralismo.
Los logros alcanzados, como la construcción del Hospital Isidro Ayora, la atención vial urbana e interprovincial, entre otros, sirvieron de base y principalmente como ejemplo, para hermanar a los barrios de la ciudad; habiéndose hecho cargo de este evento anualmente el barrio Máximo Agustín Aguirre. Posteriormente, el Municipio se suma a dicha iniciativa, convirtiéndolo en el evento con el que se da inicio a las fiestas libertarias de noviembre. Aquí, muchos alcaldes, utilizaban la visita a los diversos barrios para entrelazar con la ciudadanía un hermanamiento; y, los vecinos, esperaban la llegada de la autoridad para extenderle el pliego de peticiones, a la espera de que por lo menos se cubra alguna de sus necesidades urbanas más apremiantes.
Lastimosamente, con el pasar del tiempo y el crecimiento de la urbe, los alcaldes seleccionaban los barrios a visitar el día de la Posta de la Lojanidad, sólo a aquellos donde por lo menos habían realizado una obra, por simple que sea; lógicamente, en ese listado, ya no los ubicaban a los barrios abandonados, ni a los que reclamaban sus derechos. En otras palabras, esa protesta ejemplar de la juventud rebelde Bernardina, fue distorsionada por la politiquería, y muchos de los presidentes barriales fueron burlados por el burgomaestre del momento.
Para colmo de los colmos, ahora se minimiza la historia, se borra la identidad lojana, y el gobierno local, de un plumazo decide que no habrá la Posta de la Lojanidad, que la Posta ya no abrirá las fiestas novembrinas. Nos preguntamos: ¿Tan difícil es entender y valorar nuestra identidad? ¿Tan fácil es desechar nuestra historia? ¿Cuándo se nos cayó el amor por lo nuestro? Ahora vemos que, esperar demasiado de las autoridades es un desatino; pero también, nos damos cuenta que, muchos dirigentes barriales y sectores ciudadanos carecen de iniciativa para llevar adelante todos los hitos culturales y sociales que hemos logrado.













