Si se considera que la democracia permite todo y es justificación para actuar con violencia, entonces el concepto de la democracia y la libertad de expresión se la pervierte porque se transforma en objeto de ataque. Las acciones ajustadas a intereses particulares escondidas bajo el membrete de la democracia trae consecuencias peligrosas porque cae en la confusión, en el descrédito.
Puede que la palabra democracia subsista pero se va vaciando de contenido, de entusiasmo y de viabilidad.
La pasividad en las elecciones o la preferencia por la mediocridad pueden ser una bendición para los que se benefician de ellas, pero para la democracia misma son funestas.
En Ecuador los electores tendrán que acudir a las urnas el próximo 16 de noviembre para decidir sobre la reducción del número de asambleístas.
La discusión del más menos tendrá que afianzarse en la capacidad del ejercicio legislativo y fiscalizador.
Los partidos y movimientos políticos seguramente se enfrascarán en el suma y resta de acuerdo a las conveniencias partidistas y los intereses de la tajada, más los ciudadanos tendrán que encontrar la oportunidad de pronunciarse de acuerdo al desempeño que los personajes han tenido desde el retorno a la democracia, tendrán que demandar calidad, cantidad e investigar el gasto público versus resultados.
El asunto podría parecer sencillo pero el dilema del total de curules debería explorar la esencia de la lógica y la exigencia de los productos obtenidos.
La promoción invasiva de la consulta y referéndum en redes sociales se sujetará a la danza del poder de la plata y el riesgo de colocar en segundo plano el razonamiento del voto es evidente.
Es preciso destacar que en 1978 Ecuador retornó a la democracia después de una dictadura militar desde 1972 a 1978. Las circunstancias que permitieron este retorno fueron la crisis económica que debilitó al régimen militar, la sociedad ecuatoriana se movilizó para demandar el retorno a la democracia, la comunidad internacional presionó para que se restableciera la democracia.
El Consejo Supremo de Gobierno liderado por el Almirante Alfredo Poveda convocó a un plebiscito en 1978 para aprobar una nueva Constitución y elegir a un nuevo Presidente. En 1979, Jaime Roldós Aguilera asumió la presidencia, marcando el inicio de la transición democrática en Ecuador.
Hoy como ayer las movilizaciones continúan clos pasos de la historiaomo una expresión de rechazo a las políticas adoptadas por los mandatarios. Sin embargo hay el amenazante riesgo de distorsionar el principio de conquista de la equidad con el chantaje público para obtener privilegios de un gobierno que no pudieron alcanzar.