Cuando se acerca el fin de un mandato presidencial sin reelección a la vista, la autoridad de los gobiernos entra en crisis. Ese fenómeno se debe en primer lugar al desgaste de los años anteriores. A medida que gobierna un presidente afecta intereses. Y aunque algunos sectores se benefician, otros resultan perjudicados. Está en la naturaleza humana que los beneficiarios olvidan más pronto que los perjudicados, es decir asoma la ingratitud. Además, hay sectores que se vuelven insaciables. De ahí que el agradecimiento por el bien recibido sea reemplazado prontamente por la exigencia de nuevos beneficios que si no se alcanzan dan lugar a nuevos agravios.
Con el paso de los años un presidente ve que los beneficios que otorgó se pierden en el olvido mientras que las ayudas que negó se mantienen presentes con creciente irritación. La otra razón que explica el desgaste político de los presidentes terminales es la preferencia por el futuro.
Cuando empieza una presidencia es como abordar la barca del porvenir, es decir en esa instancia la esperanza es más fuerte que las recriminaciones o los remordimientos. El presidente que está por concluir su periodo empieza a convertirse en pasado. En pro de mejores días la gente tiende a minimizar al mandatario que se va y a exaltar al que viene.
Cada periodo los electores sufren cierta desilusión por lo mucho que esperó. El nuevo mandato al iniciarse, le permite soñar otra vez para luego desilusionarse, ese círculo es propio de la vida política como de cualquier otro emprendimiento humano se torna brutal en tiempos revolucionarios.
De esta forma la democracia se convierte en la civilización del desencanto.
Si un presidente quiere ser reelecto puede darse bajo varios aspectos: primero que le suceda alguien de su propio partido, aunque esta estrategia no le funcionó al ex mandatario de Ecuador Rafael Correa en el 2017. El otro acontecimiento para quienes buscan la reelección es que actúe bajo los parámetros de la demagogia.
La oferta de entrega de bonos, la asignación de regalos y la tarima ejecutada bajo el son de los ruidosos conciertos produce el fenómeno de la reelección y aunque la desilusión amenaza con imponerse en tiempos de campaña electoral viene las ofertas parecidas a la subasta de quién da más.
Ecuador tiene un presidente que continuará en el poder, hay quienes dicen que no es reelecto porque llegó para culminar el inconcluso periodo de Guillermo Lasso que salió tras la figura de la muerte cruzada.
Sin embargo, Daniel Noboa, se mantendrá en Carondelet bajo la premisa de la convocatoria a elecciones que aprobó su periodo, el reto se abre en definir si podrá cumplir con las ofertas de campaña basadas en la entrega de bonos, becas educativas, empleo para los jóvenes, la seguridad y el estreno de una nueva Constitución que sepultaría la ideología de la Revolución Ciudadana.