Hay noticias que nos sacuden en extremo, y aun así no queremos entender que los cambios que el país necesita son profundos y no a medias tintas. Lastimosamente, casos como el secuestro de cuatro comerciantes en Guayaquil hallados en una cisterna sin vida, por no querer pagar vacunas o simplemente porque se quiere imponer el terror en la población, abonan a la crisis de seguridad, e indigna ver la liberación de los secuestradores y campantes en las calles, siendo detestable, que como si nada, les confieran licencia para volver a delinquir. Indigna ver como se saltaron las evidencias, fueron videos que captaron los secuestros, era indiscutible el cometimiento de ese delito; pero, lo que más debería dolernos es que el fiscal y el juez que conocieron el caso sigan ahí en sus puestos, de seguro lo volverán a hacer cuantas veces se escuden en las amenazas o en el bolsillo abierto con el que trabajan de manera inconsciente.
Duele enterarse que uno de los autores del secuestro y muerte de la comerciante china, fue capturado por la policía y luego puesto en libertad. Una muestra más que expone la fragilidad de nuestro sistema judicial que debe ser reformado, y nos preguntamos: si ya está tras las rejas Terán, ¿quién continúa solapando a los jueces y fiscales que incumplen los procesos penales? Muchos jueces en riesgo, dicen no tenemos las herramientas necesarias, pero en realidad, el problema no solo son las normas, el problema de fondo es que tenemos una sociedad corroída por todos los frentes. Además, en el pasado reciente se desarticuló la policía, pero ahora que se les ofreció todo el apoyo, lastimosamente la depuración es inexistente, no han podido blindar a sus efectivos de las mafias y de manera escalofriante se dice que: “por lo menos uno de cada diez efectivos sirve a los carteles”; es decir, penetraron en la institución del orden como Pedro en su casa y no hicieron nada.
En la Función Judicial, algunos jueces y fiscales hacen de las suyas, por supuesto que no son todos, hay jueces y ficales honestos, que se los puede identificar con facilidad por sus decisiones judiciales, su manera de obrar y sus patrimonios; pero, hay otros tantos, que no sabemos cómo llegaron, quién los sostiene ni como han construido patrimonios injustificables. Más allá de la función judicial, también en otras instituciones existen anomalías sin control, que facilitan los actos repudiables, donde el dinero mal habido los lleva a delinquir; entonces: ¿es el dinero la ruta con la que se los puede descubrir si hicieron bien o mal su trabajo? Sí, por lo tanto, la solución no es para ciegos, sino para aquellas autoridades que realmente quieran ver el problema, y aplicar las soluciones.
Es necesario combatir a quienes han dejado subastar la paz de nuestra sociedad, a quienes han vendido el Estado; pero, estamos claros, la limpieza debe iniciar casa adentro, porque ninguna economía criminal nace, crece o se fortalece sin la complicidad de ciertas autoridades. No es difícil visualizar de qué lado de la historia han estado, están y seguirán estando, quienes protegen las economías que nacen de las sombras, creando ventanas y puertas falsas en la legislación para que jueces y fiscales permitan la impunidad. Si en el Ecuador confiscáramos (prohibido constitucionalmente) o incautáramos sólo los dineros mal habidos del lavado, de la corrupción en contratación pública y de los sobornos en los trámites de la administración pública, pagaríamos la deuda externa, seríamos un país próspero y todavía podríamos invertir en el campo productivo.