Tener alimentos de calidad depende del buen uso del suelo. Hay factores que alteran la calidad y consecuentemente deterioran la producción agraria.
En el segundo simposio nacional de estrategias para la conservación del suelo, promovido por la Universidad Técnica Particular de Loja y mediante espacios de articulación intersectorial analizan el manejo del suelo con enfoque agroecológico y de sostenibilidad.
Santiago Paéz, subsecretario de agricultura familiar y campesina del Ministerio de Agricultura, destacó la trascendencia de trabajar en alianza con la academia y los gobiernos locales para propiciar el cuidado de los espacios agrícolas.
Explicó que ejecutan acciones en la conservación de suelos desde el Ministerio de Agricultura aplicando políticas para beneficiar a los productores de la agricultura familiar, campesina y la conservación del suelo se convierte en herramienta fundamental para mejorar la producción.
Daniel Capa, director de la carrera de ingeniería agropecuaria de la UTPL, dijo que el segundo simposio se afianza en las estrategias planteadas en el primer encuentro que permite determinar las áreas de intervención para esta nueva cita.
La meta es unir esfuerzos entre la academia, las instituciones públicas y privadas para croncretar proyectos que ayuden a mejorar la salud del suelo y hacerlo más productivo.
Capa asegura que existen acercamientos positivos con el Ministerio de Agricultura para trazar los objetivos que procuren la calidad del suelo y por tanto garantizar la seguridad alimentaria bajo adecuados estándares de calidad.
Santiago Ojeda, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UTPL, recalcó que el uso del suelo es uno de los recursos más valiosos y a la vez más amenazados. Es preciso trabajar en acciones emergentes porque el suelo es la base de la producción y por tanto de la seguridad alimentaria y ambiental.
Sin embargo este recurso enfrenta serias dificultades por la erosión, la deforestación, la sobre explotación y el uso inadecuado de insumos químicos.
Estos problemas dañan la productividad agrícola, la calidad de las comunidades rurales y la sostenibilidad de los ecosistemas que los sustentan.